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Sistemas de Calefaccion Electrica

Tipos de sistemas eléctricos de calefacción

Los
radiadores de aceite (también llamados radiadores de termofluídos): cuentan con una resistencia eléctrica de acero que transmite calor a un aceite especial inodoro. Se enchufan en cualquier parte.

Ventajas: Por su gran inercia térmica mantienen el calor durante más tiempo. Llevan termostato y programador para lograr una temperatura constante, evitar sobrecalentamiento y regular el consumo energético. No producen gases ni humos, ni emiten residuos que contaminen el ambiente. Se recomienda su uso en casas con niños y animales.

Inconvenientes: pueden obligar a contratar más potencia en el hogar, con lo que se incrementa la factura. La solución, instalar un racionalizador.



Los radiadores de cuarzo (o estufas de infrarrojos): disponen de unos tubos de cuarzo que se calientan usando energía eléctrica.

Ventajas: Emiten un calor muy intenso e instantáneo por radiación.

Inconvenientes: El consumo energético es muy elevado por lo que se recomiendan para estancias pequeñas. Deben instalarse fuera del alcance de los niños para evitar quemaduras.

Las placas radiantes: son envolturas metálicas lisas que emiten calor al instante por radiación.

Ventajas: El calor es instantáneo. La temperatura que alcanzan es tal, que las ondas radiantes se reparten uniformemente por la habitación, haciendo que la temperatura sea muy regular.

Inconveniente: Su precio elevado.

Los convectores: disponen de una resistencia eléctrica que calienta el aire frío que entra por la parte inferior del aparato y lo expulsa por la superior ofreciendo así calor al instante regulado mediante un termostato. Algunos modelos (turboconvectores o termoventiladores) incorporan un ventilador en el interior del chasis para que el aire circule más rápido.

Ventajas: La instalación es mínima, basta con enchufarlo. Dan calor al instante y son de bajo consumo.

Inconvenientes: No son eficaces para calentar grandes espacios. Además son ruidosos y no se recomiendan para personas alérgicas al polvo.

Los acumuladores de calor: emplean energía eléctrica para producir y almacenar calor para después liberar la energía calorífica cuando se necesite con un flujo regulable. Están compuestos por unas resistencias eléctricas que calientan un núcleo acumulador formado por placas de material refractario con un aislamiento térmico para conservar el calor en el núcleo y limitar la temperatura del exterior del aparato, así como sistemas de seguridad y control y dos termostatos, uno para regular la carga y otro para la emisión de calor. El aire frío entra en el aparato por una rejilla, pasa por el núcleo acumulador y, una vez caliente, sale al exterior. Los hay de dos tipos: estáticos (el calor se transmite por convección natural) y dinámicos (incorporan un ventilador que fuerza la convección al impulsar el aire a través del núcleo acumulador).

Ventajas: La instalación es sencilla. Son apropiados para grandes necesidades de calefacción.

Inconvenientes: La inversión inicial en el equipo es más cara. La recarga se realiza de noche con lo que no se puede regular o adaptar a las necesidades del día siguiente.

 
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